“Dame la miel, dámela toda” y de la cubeta salía, inesperadamente un colorido confeti y todos creíamos que saldría agua. La sorpresa era mayúscula y divertida. En esta historia de loo circos y los payasos en Chiapas, desde 1865 hasta 2015, el licenciado Edi Maber Suárez Rodas (Tomatito) nos acerca a la nostalgia, a la diversión, al reencuentro con lo que se había escondido en lo más recóndito de nuestra memoria.
Nos advierte que hay tres clases de payasos básicos: el carablanca, el augusto y el vagabundo. De este último se desprende, sin duda, Charlot, quien encarna al desharrapado feliz que se hunde en lo fundamental de la vida, nos narra todo desde su esencia, ya que para el goce o para el sufrimiento.
El payaso cubría el intermedio entre los números “serios” del circo. A veces era también un trapecista bufón o alambrista desequilibrado que nos sacaba lo mismo un susto que una carcajada. El payaso es indispensable en el reparto circense.
