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Silencio Pentacker o una breve historia europea
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Silencio Pentacker o una breve historia europea

Formatos

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Estado: Activo
ISBN-13: 9789876994583
ISBN-10: 9876994581
Tipo de contenido principal: Texto (legible a simple vista)
Idioma del texto: Español
Número absoluto de páginas: 204 Páginas
Sello editorial: Eduvim
Tipo de edición: Nueva edición
Número de edición: 1
Ciudad de publicación: Buenos Aires
País de publicación: Argentina
Fecha de publicación: 2018-04-08
Tipo de derechos de venta: En venta, con derechos exclusivos, en los países y territorios especificados

Edad de interés, años: desde 14 hasta 90

Tipo de contenido citado: Crítica


Tipo de fuente (origen) del contenido: Sitio web


Título de la fuente: America nostra


Fecha de publicación: 20210121

Martín Lombardo, una de las voces más prometedoras de la literatura argentina contemporánea.

 

"(...) no me cabe la menor duda de que Martín Lombardo ha logrado cristalizar uno de los más fascinantes personajes de la literatura latinoamericana del siglo XXI." Feliz Terrones, Vísperas, Revista panhispánica de crítica literaria 

Novela que aborda la vida de un inmigrante en Europa. Su vida en las universidades francesas; en el mundo intelectual y literario de Barcelona. La novela nos habla sobre los márgenes que se producen en las instituciones; interroga acerca del vínculo con los orígenes, tanto familiares como políticos y sociales, en las sociedades actuales

AVENTURA EQUÍVOCA DE UN PROLETARIO DEL LENGUAJE

Una novela capaz de aunar academia, timba y baños públicos

Cuando en 1917 Marcel Duchamp intenta exhibir en un museo de Nueva York un mingitorio invertido, no solo horroriza a la burguesía artística biempensante sino que inaugura una modalidad en las artes visuales en la que el artista retira el cuerpo para trasladar el hecho estético al discurso, a lo que se dice de él. Animismo del objeto que abandona su escatológico hábitat natural y pasa a convivir en la solemne atmósfera de los museos (por más que el readymade original se halle perdido). Depósito de asociaciones libres, sobresaturado de significaciones, el vulgar meadero quedó encuadrado como un monumento crítico a lo establecido, un paradigma del humor cínico. Nadie nada dijo jamás de ese plus, de harina de otro costal, sapo de otro pozo, en fin, de los sentimientos del pobre mingitorio instalado de prepo en un lugar que nada que ver.

Circunstancia que rescata Martín Lombardo (Buenos Aires, 1978) al convertirlo en efecto emocional, en el rasgo distintivo de Pentacker, el protagonista de su novela, un latinoamericano que trota por Europa intentando hacer algo con su existencia; por lo pronto, sobrevivir siguiendo a rajatabla la ley del menor esfuerzo. Eso sí, dignamente. A tal fin se codea con la elite del mediopelo intelectual, asiste a sus fastos y, aun así, nunca logra dejar de percibirse "como un mingitorio cualquiera, el de un estadio de fútbol, por ejemplo, pero arrojado a los leones del circo; nadie sabía bien qué hacer con él, pero ya ni siquiera suscitaba verdadero interés, ni tampoco asco; en todo caso, de a ratos, algo de curiosidad y desconcierto, cierto desprecio y suspicacia". Adopta entonces la impostura del “catrín”, voz centroamericana que define al dandy de refinados modales y que en la novela surge como un tímido chanta de veleidades aristocráticas.

Publicado por una pequeña mas vigorosa editorial universitaria, en Silencio Pentacker o una breve historia europea, Lombardo aplica localismos provenientes de diversas comarcas de habla hispana. Junto a berreta, tanguero, paparula, pibe, fetén fetén, se mezclan tragaperras, guateque, cáspita, pamplinas, gachis, ordenador, bodorrios.Mecanismo que sostiene el relato en el ámbito del artificio al mostrar y ocultar al mismo tiempo el engranaje de una forma que recuerda aquél transatlántico de Fellini que, alternativamente, el director figuraba en la tormenta y descubría el dispositivo que lo movía en un mar de polietileno. Verosímil espejismo que emerge a cada rato, incluyendo —en dos oportunidades a lo largo del texto— la confesión de que el héroe es él, el autor, sin que por ello aparezca siquiera la duda de que se trata de una verdad.

Una escritura capaz de bullir entre semejantes paradojas requiere de precisión, que el autor alcanza merced al desarrollo de una tercera persona de alta intensidad, construida en párrafos plagados de subordinadas. Recurso eficaz, poco apto para el lector estival de best-sellers de góndola, que deberá tomarse su tiempo para adentrarse en el relato y descubrir que se trata nada menos que de un estilo. Ni héroe ni antihéroe, Pentacker protagoniza el desconcierto mismo, en sus fugaces certezas actúa y ante la vacilación silenzio stampa, nombre catrín del apagón informativo, de la censura profiláctica, “sin demasiada poesía pero con justeza”.

Tampoco la voz de la conciencia ni del inconsciente, ni de la ética ni de la moral, ni de la circunstancia ni de la Historia, la que en forma constante describe a Pentacker es la de la literatura. Despojada de toda pretensión canónica —más aún, de toda pretensión— se atreve hasta con la mismísima literatura, para quien es “una elevada forma de desquite. Un acto de violencia, como el amor”, algo que “sobrevive porque es un asunto de muertos, son mensajes del más allá que nos llegan para ser descifrados. Lo más contemporáneo viene de lejos: la literatura es distancia. La idea de despachar novelas como si fueran panecitos calientes había caducado tiempo atrás. Como la Unión Soviética”. Escepticismo militante, evita filosofar, desprecia la moraleja, abjura de todo didactismo. Razón que lleva al protagonista a dirimir las calificaciones de sus alumnos en una universidad alpina mediante el resultado a las carreras de caballos; a confeccionar informes editoriales dando a leer los originales a su amante y escribiendo según lo que ella le cuente; a redactar crónicas policiales con lo que ve al dar la vuelta a la manzana.

Proletario de la palabra, Pentacker incursiona en sus múltiples modalidades salvo en una que conoce, aunque sólo como paciente, y hace bien: el psicoanálisis. Porque Martín Lombardo, su creador, es en la vida civil un psicoanalista, actividad que perpetra en las tierras de Asterix. No es tan grave: Nabokov era entomólogo; Melville, marino mercante; Vonnegut, vendedor de autos; Kafka, oficinista; Joyce, músico en bares; Faulkner, cartero; Borges, bibliotecario. Poco abundan los psicoanalistas que son buenos escritores de ficción: Luis Gusmán, Germán García, Carlos Chernov y, entre los dramaturgos, Jorge Palant y el inolvidable Tato Pavlosky. Cuya excelencia, entre muchas, reside precisamente en que no se les nota que son analistas. Si algún concepto o idea afín surge en alguno de sus textos nunca rebasa las fronteras del sentido común, tan esquivo. Como ahora Lombardo, pese al accidente profesional contagian al lector su fervor por el lenguaje, esa herramienta universal tan compleja de maniobrar en la construcción de la belleza.

FICHA TÉCNICA

Silencio Pentacker o una breve historia europea

Martín Lombardo

Buenos Aires, 2018

198 págs.

"UN CLICHÉ CON PATAS" POR HACHE PAVÓN

Silencio Pentacker o una breve historia europea de Martín Lombardo. Villa María, Eduvim, 2018, 202 páginas.

Un manual de estilo: “Orson Welles decía algo más o menos similar a lo siguiente: todo el peso de una historia radica en el momento y en el lugar en el que decidimos ponerle punto final a esa historia” (p. 22). En Silencio Pentacker o una breve historia europea, Martín Lombardo narra una historia, por todas y todos conocida, con la clave del wifi abierta: el cliché. Asistimos, desde la primera hasta la última palabra (la marcha, como en un cuento clásico, no admite desvíos), al desmoronamiento de un hombre; para más señas, de un intelectual contrariado que desconfía del lenguaje. Un tal Pentacker, exiliado o autoexiliado en Europa Central, en una zona de los Alpes, es profesor de literatura en una universidad de provincia (siempre se puede estar peor, ¿se puede?, “sí se puede”) y deviene en escritor de informes de lectura para una editorial y deviene, finalmente, en guardia de un edificio (de esos que pierden la vista y la vida frente a la pantalla de un monitor). Previsible, la novela no evita, no intenta evitar, lugares comunes, más bien los busca, los encuentra y se revuelca en ellos: el profesor de literatura seduce y/o es seducido por una de sus alumnas: “Al día siguiente, por más que no viniera a cuento, Pentacker empezaría la clase de literatura frente a los párvulos y las paparulas –frente a esa paparula también of course, siempre sentada de manera sugerente, con esas piernas tan largas, con esa caidita de ojos, con esos labios tan rojos, tan apetecibles, con esos gestos de niña inocente y puta a la vez– recitando en español el comienzo de La Ilíada” (p. 43).
Dos notas, entre otras, atraviesan toda la historia: el ejercicio del lumpenaje, vinculado al desmoronamiento (o descenso a los infiernos) del héroe y el tono sentencioso. Según la primera, es posible ser un profesor lumpen, un escritor lumpen y un guardia lumpen. Lo que cuenta, desde la tradición marxista, para el ejercicio del lumpenaje, es la falta de conciencia de clase y el constituirse en una fuerza regresiva (Pentacker completa el formulario). El riesgo de esta caracterización es que, como sugiere el narrador, se puede ser novela y ser lumpen. Según la segunda, en Silencio Pentacker…, no se trata de narrar o describir sino de sentenciar. En su camino el héroe cae en la melancolía (tras una ruptura de pareja), luego en el escepticismo y finalmente en el cinismo. Como sabemos, la sentencia es hija del presente del modo indicativo y del cinismo y tanto al narrador como a Pentacker las sentencias se les caen de los bolsillos como a Sancho Panza los refranes. Sirvan como muestra dos ejemplos: de melancolía, “Acumulamos pasados, se cubren de capas espesas, unos sobre otros, hasta que, aplastado, perdemos el presente” (p. 32); y de escepticismo, “¿Tenía alguna esperanza Pentacker de encontrarse con algo que valiera la pena entre tanta letra impresa?” (p 114). 
En suma, Martín Lombardo, como tantas veces ha ocurrido en la breve historia de la literatura argentina, se sirve de la melancolía y del escepticismo para contarnos, una vez más, la triste fábula de un cínico, de un cliché hecho hombre, que desconfía, y lo bien que hace, del presente y de la lectura (“Pentacker, en cambio, nunca había estudiado con ahínco, sino que leía por pura pasión o aburrimiento” p. 25). Pero, más allá de lo sabido, la novela gana la partida (y la gana ampliamente) porque, ya lo dijo Freud, a la compulsión a la repetición no hay con qué darle.   

Eduvim Literaturas es una apuesta: la de publicar a una nueva generación los autores argentinos y de ese modo colocarlos en diálogo con los escritores contemporáneos más importantes del mundo.

Los libros de esta colección pretenden configurar un entramado de voces y de estéticas. En ese entramado, dialogan autores de Argentina, América latina y del resto del mundo. La intención de nuestro sello es configurar una biblioteca de escritores contemporáneos que, a modo de un gran Aleph, nos permitan leer "en un texto, todos los textos". Cada autor y su estética se re-configuran en este mosaico-fragmento de la colección Eduvim Literaturas.

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